Si me preguntaran cómo es Escocia, de sobra sé que la describiría como un país de tradiciones y costumbres. Un lienzo al que fueron arrollados un sinfín de colores naturales, mezclados entre ellos y mostrándose ante nuestros ojos como el Edén, pero cuando ya no te queda gas natural para terminar de calentarlo.
Si me preguntaran por su gente, alabaría su hospitalidad, su simpatía y por encima de todo, su ironía.
A mediados de los 80 la cosmopolita ciudad de Glasgow se despertó con el militar Duque de Wellington, coronado con un anaranjado y resplandeciente cono de tráfico.
La escultura de Arthur Wellesley, aquel que comandó la batalla y su posterior victoria en Waterloo, se erige desde 1844 en la elegante Royal Exchange Square de Glasgow, ante la Gallery of Modern Art.
Han pasado ya más de 30 años y la tradición continúa. Diversas teorías acerca del porqué del cotidiano capirote del “Duque de Hierro”.
La primera escuela nos habla acerca de un pulso de los Glaswegians frente a Margaret Tacher y sus recortes sociales. La siguiente teoría fue impulsada como acto reivindicativo frente a las clases aristocráticas y militares.
Por último, el fenómeno surgió de la creatividad que genera la ingesta de whisky en esta ciudad tras el cierre de sus bares. Por su puesto que a mí, me convence más la última.
El ayuntamiento año tras año gasta más de 10.000 libras en destronarle de su cono, que ya ha demostrado ser un icono de esta ciudad. Sus representantes propusieron levantar la base de la escultura para finalizar con “los actos vandálicos” con un coste de 78.000 libras, pero los Glaswegians en un ataque al más puro estilo Braveheart, acabaron con los planes de sus mandatarios tras la movilizadora campaña de “Keep the Cone” en tan solo 24 horas.
Hoy por hoy la imagen del “Duque coronado” se ha convertido en un movimiento que se extiende por otras capitales como Edimburgo, en el que ya no solo se les inviste a los militares y a la aristocracia, sino también a todos aquellos ilustres como David Hume, Adam Smith o James Clerk Maxwell.
Algunos incentivan este movimiento como defensa de los ataques que producen gaviotas y palomas, cada vez que proyectan sus misiles sobre estas obras.
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